Arsénico en el agua: un riesgo silencioso para millones de argentinos

La presencia de arsénico en las napas subterráneas de varias localidades argentinas representa un desafío sanitario que afecta a millones de personas. El arsénico, un elemento químico de origen geológico, puede disolverse en el agua subterránea y su consumo prolongado genera consecuencias graves para la salud.

Intoxicación aguda: poco frecuente pero grave

Según el toxicólogo Carlos Damin, la intoxicación aguda por arsénico es rara y suele asociarse a accidentes, intentos de suicidio o exposición laboral. Sus síntomas incluyen vómitos, dolor abdominal, diarrea, hormigueo en extremidades, calambres musculares y, en casos extremos, puede causar la muerte.

Exposición crónica: el principal riesgo

El mayor peligro surge del consumo de dosis bajas durante años, especialmente mediante agua de pozo sin controles adecuados. Esta exposición prolongada puede provocar hidroarsenicismo crónico regional endémico (ACRE/HACRE), caracterizado por alteraciones en la piel como descamación, picazón, manchas oscuras y lesiones verrugosas. En etapas avanzadas, aumenta el riesgo de cáncer de piel y de órganos internos.

Los efectos sistémicos incluyen mayor probabilidad de cáncer de pulmón, vejiga y otros órganos, enfermedades respiratorias, hepáticas y cardiovasculares. También pueden aparecer problemas neurológicos, como polineuropatía sensitivo‑motora, que limita el movimiento y la sensibilidad en extremidades. La OMS alerta que incluso dosis bajas, si se consumen durante años, son peligrosas.

Zonas de mayor riesgo en Argentina

El arsénico afecta principalmente a la llanura Chacopampeana —Buenos Aires, Córdoba, sur de Santa Fe y La Pampa—, pero también se detecta en Santiago del Estero, Chaco y Tucumán. El riesgo es más alto en hogares que dependen de pozos particulares, donde la vigilancia sanitaria suele ser insuficiente.

Cómo prevenir y controlar la exposición

  • Analizar el agua de pozos anualmente y ante cualquier cambio en el consumo o terreno.

  • Garantizar el acceso a agua segura para beber, cocinar y regar cultivos.

  • Usar tecnologías de remoción de arsénico, como la ósmosis inversa, en hogares o plantas centralizadas.

  • Participar en programas de monitoreo y consultar mapas interactivos, como el desarrollado por el ITBA, que permite identificar zonas de riesgo y enviar muestras para análisis gratuito.

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